Su infancia son recuerdos de un patio de Tocina
Nacido en Tocina (Sevilla) en 1968, César López Gómez es Doctor en Geografía por la Universidad de
Sevilla y Licenciado en Filosofía en la misma Universidad. Cuenta con dos másteres, el primero sobre
Sistemas de Información Geográfica y el segundo en relación con la gestión, ordenación y protección
del paisaje.
Actualmente ejerce su profesión como Intérprete del Patrimonio, estando también
vinculado a la Universidad a través del Departamento de Geografía Física de la Universidad de
Sevilla, centro en el que ha impartido clases en el Grado de Geografía.
Por otro lado, pertenece al
grupo de investigación Estudios Territoriales y Turismo, es colaborador del Centro de Estudios
Paisaje y Territorio, y participa también en proyectos de investigación de la Universidad Pablo de
Olavide y la Universidad de Sevilla.
Recientemente, y en el marco del proyecto de excelencia de la
Junta de Andalucía HUM 5382 Archivo de Percepciones y Representaciones de Paisajes Andaluces
2011-2015, ha publicado el libro Pasear Sevilla. El espíritu del jardín, un estudio de la ciudad a
través de la historia de sus jardines, con doce itinerarios para poder comprender la evolución
urbana de la capital de Andalucía.
El haber crecido en Tocina, en el corazón de la Vega del Guadalquivir, ¿cómo ha influido en su
pasión por la naturaleza y el paisaje?
Tal como apunto al inicio del libro, mi pasión por los
jardines tiene su origen en aquellos veranos de mi infancia y juventud en La Motilla, en pleno Valle
Inferior, tierras roturadas y puestas en regadío en la década de los años 20 del pasado siglo,
pobladas de granadinos que vinieron a regar estos nuevos campos. Rodeado naranjales y frutales,
de
algodón o maíz tra ns currieron años en los que la figura regante de mi padre "Antonio el de Cájar"
y las tertulias familiares estivales en aquel jardín que yo cuidaba formaron parte de mi vida. Se
trata de un Paraíso Terrenal al que uno siempre quiere volver. Este libro es una muestra de ello.
¿Cómo surgió la idea de escribir sobre los jardines de Sevilla?
En el marco de uno de los
proyectos de excelencia de la Junta de Andalucía sobre estudio y análisis del paisaje (liderado por
Juan Francisco Ojeda, catedrático de Geografía en la Universidad Pablo de Olavide), detecté la
carencia de un libro que posibilitara adentrarse en la ciudad a través de rutas temáticas sobre el
jardín. Así, los jardines romanos permitirían conocer la antigua capital del Betis; los jardines
árabes el periodo islámico; los jardines renacentistas nos traladarían a la Sevilla del
Descubrimiento de América; o el Parque de María Luisa evocaría lo que fue la Exposición
Iberoamericana de 1929. Faltaba una obra de estas características y me puse en marcha.
Su libro no
pretende ser una guía turística al uso, sino adentrase en la historia del jardín como evocación del
Paraíso. ¿Qué tiene la obra de diferente a otros paseos y relatos de los parques y jardines de
Sevilla ya existentes?
Generalmente las publicaciones existentes, de excelente calidad y publicadas
por la Delegación de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Sevilla, presentan a modo de catálogo o
inventario una relación de jardines sevillanos, centrándose fundamentalmente en el aspecto botánico.
Por el contrario, mi libro plantea el jardín como argumento para conocer la ciudad en todas su
dimensiones: natural, histórica, urbanística y simbólica. Para ello hay que partir del concepto de
"jardín meridional" (de tradición mediterránea) insistiendo en una idea básica: el jardín no es sólo
"lo verde" sino, también, arquitectura, historia, agua, fauna, orden compositivo, vida social... Es
decir, no solo son jardines aquellas praderas pobladas de árboles, sino que un patio de macetas es
también un jardín. Una alberca, un par de rosales, un jazmín y un muro de cal; eso es un jardín.
Desde este punto de partida, doce paseos esperan al lector para conocer en profundidad la capital de
Andalucía.
¿Cuál ha sido el trabajo de campo realizado para preparar la redacción del libro?
Ha
constituído para mí una labor ingente. Estudio climático, búsqueda de fuentes muy diversas (imágenes
y textos de carácter científico, literario, arqueológico, pictórico, etc.), exploración de los
itinerarios para estimar la dirección de los recorridos y detectar las mejores vistas, entrar en
claustros y jardines aún cerrados a las visitas... A todo ello se suma la labor de redacción y
organización de la información, insisto que muy diversa: mapas, pinturas, relatos de viajeros,
tratados geográficos, estudios arqueológicos, etc.
Destaco en este contexto la colaboración de
pintores prestigiosos (profesores de Bellas Artes) como Regla Alonso Miura, Daniel Bilbao, Rosalía
Martín-Franquelo, José Luís Mauri o Diego Blázquez (sus obras forman parte sustantiva del argumento
del libro), señalanado también la labor del arquitecto y profesor Rafael Llácer, además del
catedrático de Geografía Juan Francisco Ojeda o el escritor Juan Villa. Todos ellos conforman
conmigo el equipo de investigación de un proyecto que ha cristalizado con la colección Cuadernos de
Paisaje, conformada por mi libroy otros tres ya editados, en este caso sobre Cádiz, Doñana y la
Subbética cordobesa. La colección no está cerrada aún; seguirá abierta a nuevos horizontes y
paisajes.
Desde la antigüedad, los jardines han estado presentes en la vida cotidiana de todas las
civilizaciones. ¿Se habla sólo del aspecto actual de los jardines o se mencionan detalles del pasado
histórico?
Como dije anteriormente, para adentrarnos en la Sevilla histórica (cuyas huellas pueden
verse en cualquier paseo por la ciudad actual) hay que conocer cómo fueron sus jardines y cómo se
insertaban estos en la ciudad de la época. En este sentido, pocos han detectado que bajo Las Setas,
en el Antiquarium, no sólo hay mosaicos y mármoles; hay todo un catálogo de jardines urbanos
romanos, en patios que aún presentan los orificios y desagües de sus antiguos arriates. Sólo hay que
tener imaginación para verlo. Son los patios más antiguos de Sevilla, un concepto de jardín
doméstico que siguie siendo, tras muchos siglos de paso de distintas civilizaciones, el centro de la
tradicional casa sevillana.
¿Qué función cumple el jardín en nuestra historia?
Sevilla es una
ciudad de jardines históricos. Con permiso de Granada, una de las ciudades con más cantidad de
jardines. Unos jardines que han estructurado el paisajeurbano en todas sus formas. Por un lado,
jardines cerrados como patios de la aristocracia o populares como los corrales de vecinos, claustros
sagrados de los conventos y monasterios, patios de naranjos de viejas mezquitas hoy templos
cristianos, huertas como las que hubo en La Buhaira o aquellas que aún perviven en la Cartuja... Por
otro lado, jardines abiertos o paseos fluviales herederos del Guadalquivir, como, por ejemplo, la
Alameda de Hércules, realizada en 1574 sobre una laguna heredera del antiguo cauce del río. Y, por
supuesto, grandes parques y jardines históricos como los de Murillo, Cristina, Delicias o María
Luisa; y otros más recientes como aquellos creados al amparo de la Expo 92 como Jardín Americano,
Jardines del Guadalquivir o Parque del Alamillo.
¿Hay en Sevilla cultura de vivir y pasear sus jardines?
Por supuesto que sí. Joaquín Romero Murube
ya habló de la casa tradicional sevillana, también reconocida en la arquitectura popular andaluza,
con patios jardín en el centro de la vivienda y jardincillos traseros con arriates en la trasera de
las mismas. ¿Quien no reconoce como uno de los paisajes de su infancia la imagen de la cal, el pozo
y el jazmín? Y grandes parques sevillanos formarán siempre parte de nuestra vida. ¿Quien no tiene
una fotografía de pequeño rodeado de palomas en la Plaza de América?
¿Qué recuerdos tiene de su
infancia y juventud en Tocina?
Decía Machado que su infancia son recuerdos de un patio de Sevilla.
Los míos de verano son de aquel jardín. El resto del año mi recuerdos más entrañables pasan por las
vivencias en el pueblo: sus hermandades, la cerveza y la buena compañía en el Tarugo, aquella vieja
tienda de mi tía Dolores, las interminables charlas en el casino, el colegio, aquella plaza de la
Iglesia o el viejo paseo donde jugaba en mi niñez ("al matar", "policías y ladrones", "el trompo",
"las bolas", "piola con o sin espoli", "el pincho", "ojo, cuchillo o tijera"...), las cigüeñas que
siempre cada año retornaban a las torres gemelas, la lejana ermita de la Soledad y sus moradores, la
feria en pleno centro y, sobre todo, la familia y las gentes de Tocina, con algunos amigos que
marcharon lejos y otros que aún viven y participan de la vida social de la villa. Y siempre una
fecha: el 14 de septiembre en mi recuerdo.