Estudiante del último curso de un doble grado de trabajo y educación social, Ana Victoria Pozo Huertas seguro que no volvidará su experiencia en Bolivia. Ana se embarcó en la aventura de ejercer labores de voluntariado en el páis andino durante las vacaciones de verano de 2016, gracias a la ONG marista SED (Solidaridad, Educación y Desarrollo). Allí además de llevar medicamentos recogidos en Tocina y Los Rosales, pudo ejercer la solidaridad sobre el terreno, donde aún es más satisfactorio, comprobando la grandeza de los corazones de las personas que menos tienen.
Cuéntanos cómo conoces a la entidad a través de la cual viajas a Bolivia, SED.
La ONG marista con la
que realicé el voluntariado este verano la conocí a través de algunas compañeras de clase, una de
ellas había estudiado en el Colegio Marista de Córdoba y la conocía, y otra de éllas tenía un
familiar que trabajaba en el colegio marista de Badajoz y que además coordinaba uno de los campos de
trabajo de Bolivia.
A partir de este momento empecé a tener más y más contacto con la ONG e iba
colaborando de un modo menos directo, hasta que me decidí a participar en uno de los tantos campos
de trabajo que realizan cada verano por todo el mundo.
¿Qué te atrae para emprender esa aventura en
aquel lugar? ¿Lo dudaste por algún motivo o tuviste claro que ibas a ir desde el primer momento?
Llevaba varios años planteándome realizar un voluntariado durante los meses de verano, aunque nunca
había pensado en Sudamérica como destino. Siempre había pensado en India o África. Aproveché el lazo
que había creado con esta ONG para poder realizar un trabajo de campo y formarme aún más como
profesional y como persona.
A través de las jornadas de voluntariado que celebra la SED en los meses
de octubre y marzo, pude informarme de los diferentes destinos con los que contaba y me decanté por
San José de Chiquitos en Bolivia. Había muchos y muy variados destinos para participar, pero me
decanté por este debido a que era en el que más se trabajaba con la comunidad directamente, se
convivía con las familias, con los niños y con todas las personas vivían allí.
Nunca dudé en
realizar el voluntariado, de hecho, ansiaba el momento de irme. Además, conté con el apoyo de mis
padres y familiares y amigos, más cercanos y no tan cercanos. Tuve la suerte de recibir un gran
apoyo por parte de muchas personas del pueblo que colaboraron comprando papeletas, participando el
rifas, donando medicamentos, o simplemente donando algo de dinero en una hucha solidaria que
deposité en el bar de mis padres.
¿Cómo se costea tu estancia allí? ¿Has tendio que pagar algo?
Mi
estancia allí es costeada al completo por las personas de la comunidad en la que trabajamos.
Nosotros desde España le llevamos todo tipo de material escolar, medicamentos, ropa y todo los que
nos cabe en nuestras maletas. Ellos a cambio nos acogen en su comunidad durante unas semanas.
Dormíamos en una clase del colegio que nos habilitaban para dejar nuestras cosas y desayunábamos,
almorzábamos y cenábamos en casa de los niños con los que trabajábamos a diario. Las familias se
encargaban de realizar un planning de comidas y cada día visitábamos a una de las familias y
compartíamos con ellos un buen rato mientras comíamos todos juntos. Lo único que he tenido que pagar
es el billete de avión.
¿Iban más voluntarios/as? De ser la respuesta positiva ¿De dónde eran?
En concreto nuestro grupo
Arjé, encargado de la zona de San José de Chiquitos, este año estaba conformado por cinco personas
en total. Elena de Badajoz, Anita de Cádiz y Miguel y Lalo de Córdoba.
Ninguno de los cinco había
ido antes a esa zona a realizar un voluntariado, de hecho ninguno había realizado un voluntariado
con anterioridad. Yo solo conocía a Elena, que es mi compañera de clase, a los otros tres tuve la
oportunidad de conocerlos en varias reuniones que realizamos antes de emprender la aventura.
Como
grupo ha sido bastante positivo el realizar este viaje por primera vez todos juntos, ya que, aunque
hemos tenido algunos que otros altercados, hemos sabido trabajar en equipo bajo un sistema de
igualdad en la toma de decisiones y sobre todo, con mucha ilusión.
¿Qué te encuentras cuando llegas allí? Primeras cosas que te llaman a la atención.
Aterricé en la
ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en el aeropuerto de Viru Viru. Después de once horas de viaje, me
encontré con un amanecer, a las 6 hora boliviana y 12 hora española. Estuvimos mucho rato esperando
dentro del aeropuerto, allí los sistemas de vigilancia y seguridad son mucho más restrictivos que
aquí y al ser extranjeros, teníamos que firmar un visado que nos permitiera estar en el país los 40
días que duraba nuestro campo de trabajo, después de dar las pertinentes explicaciones. Sin salir de
Viru Viru, ya notaba que la gente y el ambiente era completamente diferente al de España.
Al salir,
me encontré con un calor húmedo a la que me costó acostumbrarme durante unos días. La ciudad, las
infraestructuras, los medios de transporte, la gente, las calles, todo era completamente diferente.
Santa Cruz de la Sierra es una ciudad muy poblada y alegre, que me gustó desde el primer momento. En
el camino desde el aeropuerto hasta la casa de los hermanos maristas donde nos hospedamos durante
dos días, iba en el coche sin hablar, mirando por la ventanilla y analizando a dónde había llegado y
qué era lo que iba a hacer. No podía salir de mi asombro al estar en aquel lugar tan diferente para
mí pero me encontraba con más ganas que nunca.
Explícanos brevemente tu recorrido hasta llegar a tu
lugar de trabajo en el voluntariado.
Tras pasar dos días en casa de los hermanos maristas en Santa
Cruz de la Sierra, nos dirigimos hacia San José de Chiquitos, donde íbamos a hospedarnos otros dos
días en la comunidad marista. Un matrimonio, formado por Andrés y Eloisa, se encargaban de vivir en
la casa-comunidad para recibir a todos los voluntarios que venían tanto en verano como a lo largo de
todo el año. Han supuesto un gran apoyo para nosotros durante toda nuestra estancia en la
Chiquitanía. Aprovechamos esos dos días para conocer la ciudad y la gente.
La ciudad de San José era
mucho más humilde que lo que había visto anteriormente. Pocas casas eran de ladrillos, la gran
mayoría eran de adobe, pero era una ciudad que estaba surtida de todo al completo, además era
bastante turística y bastante encantadora.
El día que partimos hacia las comunidades, pudimos ir
viendo, mientras nos alejábamos, cómo aumentaba la pobreza y la precariedad. Para llegar a nuestro
lugar de trabajo, había que entrar por un camino de arena, lleno de baches y permanecer ahí durante
casi una hora y media para llegar a la primera comunidad. En ese camino se encontraban las cinco
comunidades, como en fila india, a las que solo se podía acceder mediante ese camino. Era
prácticamente imposible ir andando de una comunidad a otra y el único modo que había de volver a la
ciudad (si no tenías transporte propio que era lo menos común) era a través de un autobús que salía
hacia la ciudad a las 6:00 y volvía a las 14:00.
Al llegar a la comunidad, todos los niños vinieron
a recibirnos. Ya estaban avisados de nuestra llegada y tanto niños como familiares consiguieron
hacerme sentir como en casa después de un largo viaje. Nos prepararon una fiesta de bienvenida y
pudimos cenar todos juntos mientras charlábamos y nos conocíamos un poco mejor.
¿En qué consiste exactamente tu labor allí? ¿Con qué colectivos trabajas?
La labor que realizamos
principalmente es la de apoyo en el centro educativo. Hacemos lo que nos piden los profesores de
cada comunidad, apoyo en lectura, en matemáticas, etc., durante la jornada educativa.
Después del
almuerzo, realizábamos un poco de apoyo escolar y realizábamos talleres formativos de alimentación,
higiene bucodental, etc., de algunas necesidades que habíamos detectado o que nos habían informado
que existían los compañeros que habían ido otros años anteriores. Más tarde realizábamos juegos
hasta la hora de la cena.
Principalmente trabajábamos con los niños de la comunidad (30-40
aproximadamente en cada una) pero también intentábamos ayudar a las familias en nuestro tiempo
libre, e intentábamos aprovechar las horas de las comidas en casa de las familias para intercambiar
experiencias y vivencias. Sin duda en estos momentos han sido en los que más he aprendido
personalmente.
¿Te adaptaste bien al trabajo y al entorno? ¿Problemas con el "mal de altura"?
Los primeros días
fueron bastante duros, ya que estábamos completamente incomunicados y la gente allí dormía muy
temprano. A las 20:00 estaba todo apagado y en silencio. Nos costó durante los primeros días
convivir con los insectos, mosquitos, sobre todo, un calor húmedo y una comida completamente
diferente. Pero tampoco fue un proceso duro de adaptación, a los pocos días todo funcionaba con
normalidad y nos fuimos acostumbrando a los horarios.
Otras carencias que detectas en aquella parte del mundo.
Lo que más me sorprendió sin duda, fue la
posición que ocupan en la sociedad los niños y las mujeres. Aún queda mucho camino por recorrer y se
nos hacía duro presenciar algunas escenas que no eran habituales para nosotros y en los que no
podíamos intervenir en absoluto.
¿Te ha sorprendido positivamente algo, que te gustaría que en esta parte del mundo abundase más?
Es
importante resaltar que mi experiencia en su gran mayoría ha sido positiva y no negativa. Muchas
veces se piensa que vas allí a ayudar porque ellos necesitan tu ayuda y están en una situación de
pobreza extrema. El panorama no es exactamente así.
No se puede negar que allí los índices de
pobreza son bastante más altos y los recursos de las familias son en la mayoría de casos bastante
limitados. Pero ellos no viven mal por eso. Saben vivir perfectamente con poco, compartiendo
absolutamente todo lo que tienen. Allí he podido comprobar lo que es verdaderamente la solidaridad,
cuando he tenido que ir a comer a casa de una familia que tenía poca comida y lo ha compartido
conmigo de buena gana, invitándome a volver cuando quisiera.
He podido disfrutar mucho de esta
experiencia conociendo a gente buena y autentica de verdad, humilde, solidaria y respetuosa con mis
costumbres.
¿La ONG lleva trabajando tiempo en aquellas comunidades?
El grupo Arjé abrió el campo de trabajo
marista hace ocho años en la zona de la chiquitanía.
Lo mejor que traes de tu experiencia en Bolivia (qué te ha enriquecido más).
El viaje a Bolivia me
ha servido para valorar aún más todo lo que tengo. En primer lugar, mi familia, a la que he echado
de menos mucho durante toda mi estancia allí, sobre todo en los momentos en los que no podía
comunicarme con nadie. En segundo lugar, a valorar todos los bienes materiales de los que
disponemos, que son excesivos. He aprendido que se puede vivir muy bien, con muy poco, sin importar
lo que lleves o lo que tengas.
¿Quieres repetir el año que viene?
Me encantaría poder repetir el año que viene para volver y vivir
la experiencia de otro modo diferente, conociendo a todas las personas que viven allí y conociendo
bien qué es todo lo que tengo que hacer.
Sin duda es una experiencia súper enriquecedora
personalmente que le recomiendo a todas las personas que tengan esa inquietud.