FRANCISCO MUÑOZ DE ESCALONA:UNA MENTE PRIVILEGIADA

Paco Escalona en el parque de Oviedo con Mafalda

FRANCISCO MUÑOZ DE ESCALONA:UNA MENTE PRIVILEGIADA

#Entrevistas 01/11/2018

Francisco Muñoz de Escalona. Doctor en Economía del Turismo. Científico titular del CSIC España (jubilado) Consultor internacional.81 años.

  • ¿Dónde naciste?

A la vera de la vereda de carne (cañada) que atravesaba el incipiente núcleo de Los Rosales, en Villa Escalona, término municipal de Tocina, casi frente a la cerca de la entonces bullente Azucarera de La Bética.

  • ¿Dónde transcurrieron los primeros años de tu vida?

En Villa Escalona pasé los primeros 5 años de mi vida.

  • ¿A qué colegio ibas?

Iba a la escuela de Don Ramón, un viudo con dos hijas que ayudaban al padre en la enseñanza. La escuela estaba frente a la entrada de la Azucarera, justo al lado de la tienda de Rufián. Allí me enseñaron los diez mandamientos de la ley de Dios.

  • ¿A qué se dedicaba tu familia?

Mi abuelo, mi padre y su hermano trabajaban en el taller de conservación de la Azucarera, del que mi abuelo era el encargado. Mi padre aprendió el oficio de tornero en la fábrica, se lo enseñó un tornero francés, empleado de la empresa de Lille que llevó a cabo la instalación fabril por encargo de La Bética.

De Villa Escalona mi familia inmediata se mudó a Tocina, a una vivienda de La Barriada, alquilada a Varela, el empresario de los cines, esquina a la actual Gran Avenida, entonces Capitán Márquez, donde mi padre abrió un taller mecánico.

Ya en Tocina fui al Grupo Escolar García Míguez, a la clase de Don José del Castillo Vizuete, con el que preparé el ingreso en el bachillerato y los dos primeros cursos. Los demás años los cursé en el internado que tenían los salesianos en Alcalá de Guadaira. Por esta razón, desde muy pronto solo pasaba en Tocina los veranos. De mi vida en el pueblo recuerdo los baños en el río Guadalquivir y en los canales de regadío. También las excursiones a lo que llamaban el Río Viejo, un lugar medio pantanoso con abundante vegetación.

Al terminar el bachillerato inicié la licenciatura de económicas. Para ello tuve que vivir en Madrid porque en la Universidad de Sevilla aún no se impartían esos estudios. Para entonces, mi familia ya había vuelto a vivir en Los Rosales. En Villa Escalona vivieron hasta que se mudaron a Madrid, ciudad en la que me casé, en la que tuve mis hijos y en la que trabajé durante casi medio siglo.

  • ¿Cuándo te marchas de nuestro municipio y por qué.

La verdad es que en Tocina no solo viví pocos años sino, también, a temporadas. Primero por estar en el internado de Alcalá de Guadaira, después porque estudiaba en Madrid y solo iba a Los Rosales durante las vacaciones veraniegas. Y, finalmente, porque me quedé a vivir en Madrid una vez terminada la licenciatura.

  • Tener estudios superiores era poco común en el pueblo en aquellos años, ¿no?

Sí, en efecto. Fuimos muy pocos los tocineros que decidimos estudiar en aquellos años, aunque antes que nosotros estudió don Eduardo Márquez, el médico. Al mismo tiempo que yo, hicieron el bachiller Juan Naranjo Rosendo y José Mármol Rodríguez. Juan y yo fuimos a Madrid, él a estudiar ingeniería industrial. José, el que andando el tiempo sería alcalde de Tocina, se graduó como médico en Sevilla y fue durante años ayudante de don Eduardo, del que aprendió mucho. Debo citar a Mi hermano, Antonio. Él estudió también en Alcalá. En la Universidad de Sevilla se graduó como licenciado en Ciencias Químicas. Pasó veinte años en Caracas como investigador científico. Ahora, jubilado de Repsol, vive en Madrid.

Después de nosotros tres estudiaron varios muchachos de Tocina, uno de ellos, Manuel Rodas estudió Farmacia y tuvo farmacia en Tocina, su hermano Pepe, mayor que él, se graduó como perito mercantil. Joaquín Maqueda estudió medicina y se especializó en ginecología, lo mismo que Florencio. Me imagino que después habrá habido otros muchos gracias a la posterior y tardía apertura del instituto.

  • ¿Cómo llegas a ser científico del CSIC? Cuéntanos un poco en qué consistía tu trabajo.

Gracias a contactos personales supe que en el Departamento de Economía Agraria y Productividad Animal del CSIC necesitaban un ayudante, presenté mi solicitud y fui admitido como Laborante antes de terminar la licenciatura. Al graduarme como licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, especialidad de Economía General, oposité y conseguí a un puesto en dicho centro de Ayudante Científico. Después pasé a Colaborador Científico y, finalmente, a Científico Titular. Como tal me jubilé en 2003 después de haber sido Vicedirector del Instituto de Economía y Geografía Aplicadas, el cual ocupaba uno de los pabellones de la que fuera Residencia de Estudiantes, famosa por haber tenido como residentes tan memorables como Lorca, Dalí y Buñuel.

Mi tarea como investigador científico fue harto variada. Me dediqué, entre otras líneas de investigación, al estudio del comercio exterior de España de frutas y verduras frescas, al sector de las hortalizas congelas y sus posibilidades comerciales en España y a la economía de las grasas vegetales con especial dedicación al aceite de oliva.

  • ¿Has ejercido otras profesiones a lo largo de tu carrera profesional?

Sí. A finales de los sesenta estuve como consultor internacional en la ciudad de Porto Alegre (Brasil) una vez conseguida una excedencia voluntaria en el CSIC. En Brasil participé como técnico en un proyecto de comercialización de productos pesqueros, terminado el cual volví a España como jefe de proyectos de una consultora en la que hice una gran variedad de estudios y proyectos como el del metro de Sevilla, el de localización de un puerto industrial en Liendo, el del metro de Valencia, el del metro de Bilbao y una propuesta de nuevas tarifas de los servicios de transporte de viajeros de RENFE, entre muchos otros tanto en España como en Iberoamérica.

Es sorprendente, sí, que, como consecuencia de mi actividad como consultor, conozca mejor Iberoamérica que Europa, el continente en el que nací y en el que vivo. Residí durante cerca de un año en Bolivia, país que tiene una superficie que dobla la de España, y que tuve la oportunidad de conocer de norte a sur y de este a oeste, como exigencia de que mi trabajo consistía en planificar una red básica de carreteras habida cuenta de que carecía de ella.

Como conferenciante en temas de economía del turismo me desplacé desde Arica, en el norte, hasta Chiloé, en el sur de ese alargado y estrecho país que recibe el nombre de Chile, pasando por Estremera, Valparaíso, Santiago, Valdivia, Concepción y Puerto Mon. Lo mismo puedo decir de Cuba. Como profesor impartí cursos de economía del turismo en Bayamo, una de las cinco villas históricas en el este, hasta Pinar del Río en el oeste de la isla, pasando por Cienfuegos, Matanzas y La Habana. ¿Y qué decir de Nicaragua, Argentina, México, Cuba, Venezuela y Colombia? En todos estos países tuve la oportunidad de exponer mis aportaciones científicas. Contrariamente, en Europa solo lo hice en Portugal y Francia, aunque conozco también Alemania, Italia y Eslovenia.

Mi vida profesional terminó donde comenzó, en el CSIC, en el ya citado Instituto de Economía y Geografía Aplicadas, donde me dediqué al estudio de los cultivos bajo plásticos de la costa suroriental de España, terminado el cual decidí dar un giro copernicano a mi tarea investigadora dedicándome a la economía del turismo, campo en el que conseguí desarrollar un enfoque alternativo al convencional, lo que me llevó a dar conferencias y cursos en diversas ciudades españolas e iberoamericanas como profesor visitante en muchas de ellas. Debo destacar que como investigador de turismo publiqué numerosos libros y artículos científicos y asesoré la creación de la facultad de turismo de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, sede de León.

  • Ahora vives en Salas, Asturias ¿Desde cuándo no vienes a Tocina Los Rosales? ¿Añoras algo de nuestro pueblo?

Sí, vivo en Oviedo desde que me jubilé en el CSIC. Desde esta pequeña y amable ciudad sigo dedicándome a mi vieja tarea investigadora en el campo del turismo. Escribo artículos científicos y participo en eventos y congresos nacionales y extranjeros.

A Tocina no voy desde hace lo menos veinte años. Debo confesar que, como hijo de granaínos, me sentí durante muchos años más granaíno que sevillano. Fue cuando estuve en Sevilla, a principios de los setenta haciendo los estudios para el metro, cuando me enamoré de Sevilla. Sevilla; ¡casi ná!

  • Tu mejor recuerdo de Tocina y Los Rosales.

De Tocina recuerdo los años de mi pubertad y primeros años de la juventud. Allí fue donde sentí el primer amor, el enamoramiento de una vecinita, a la que veía desde la azotea de mi casa. Fue un amor frustrado. Luego tuve dos novias fugaces. Recuerdo muy especialmente la “velá” y sus casetas, en las que bailé los ritmos de moda, el bolero, el pasodoble y el chachachá. Las tiendas de turrón. Los güitomas, los columpios y las barquitas, que se instalaban todos los septiembres en la esquina de mi casa.

  •  ¿Y el peor?

No tengo especiales malos recuerdos de aquellos años, salvando la obviedad de que se trataba de la dura posguerra que estaba sufriendo toda España.

  • ¿Cómo llegaste a vivir en Salas? Has encontrado allí “Tu lugar en el mundo” o son las circunstancias las que te han llevado a ese lugar.

Como he dicho antes, vivo en Oviedo desde mi jubilación. Y vivo en esta ciudad porque mi segunda esposa es ovetense y funcionaria del Principado de Asturias. Hace años compramos una casa de campo con un prado de media hectárea colindante con un río, el Nonaya, afluente del salmonero río Narcea. Hasta allí vamos los fines de semana y allí me deslomo haciendo trabajos de jardinero.

  • ¿A qué dedica el tiempo una persona jubilada con tu intelecto?(cuéntanos un poco sobre tus aficiones)

En lo que vengo diciendo queda respondida la pregunta. Sigo escribiendo, visito la prensa diaria por internet, leo libros de una de mis grandes aficiones, la que no cultivé por indecisión, la literatura y el ensayo. Me tira escribir narraciones (recogidas en “Veleidades, evanescencias”) y dejar constancia de mis recuerdos tanto personales (“Desmemoriadas memorias”) como políticos (“Memorias de un ciudadano inquieto”). Y, por supuesto, la jardinería, pues necesito la actividad física como complemento de la actividad de la mente.

De algunas de mis preocupaciones profesionales, ciudadanas, políticas e intelectuales hay ejemplos en ese blog. No lo cultivo de forma regular. Me sirve como almacén en el que guardo todo aquello que me parece guardable.

Al acabar solo me queda agradecer al Ayuntamiento su interés, su atención, su amabilidad y, también, dejar constancia de mi reconocimiento por la espléndida labor que están desarrollando.

PACOESCALONAJOVEN